Historia de Palulo

10.06.2020

Palulo

Santiago, Chile.


Hace un año y medio que Peter adoptó a Palulo, un conejito que en ese entonces tenía un año y medio de edad, por lo tanto hoy es un juguetón de 3 años, que vive junto a un hermanito orejón y su papanejo. Nunca han estado en jaulas, viven sueltos, tienen un patio grande y una casita en donde duermen.

Una mañana de abril, Peter lo vio acostado como de costumbre, pero cuando se acercó a hacerle cariño y ofrecerle comida, Palulo comenzó a girar sin control, intentó levantarse, pero sus patitas no resistían y se caía. De inmediato acudió a un veterinario para que lo examinaran, sin saber que cometía un error involuntario, pues no era especialista en exóticos. El profesional le indicó que estaba en mal estado y le recomendó sacrificarlo. Le inyectó algunos medicamentos, entre ellos antiinflamatorio, pero todavía no era el momento para que Palulo cruzara el arcoíris según presentía Peter.

Buscando entre conocidos, llegó a otro veterinario para una segunda opinión, pero no fue muy diferente a la anterior. Tomó muestras de sus orejas, no había ácaros ni signos de infección en ellas, le inyectó vitaminas, aplicó un antiparasitario y recomendó control en 5 días más. ¿Su diagnóstico? parálisis motriz.

En casa Peter siguió las indicaciones y le cambió incluso el alimento pero nada mejoraba. En el control, el veterinario le indicó un medicamento para la prevención y control de náuseas por 4 días, pero al segundo día Peter se dio cuenta de que tampoco surtía efectos en Palulo.

"Comencé entonces a buscar información por mí mismo para ayudarlo con su complicación. Tenía la cabeza doblada y desequilibrio, y fue así como llegué a Conejos Discapacitados y me contacté con ellos. Me guiaron en lo que podría estar pasando con Palulo, me dieron algunos consejos, recomendaron algunos especialistas y conseguí una hora para el día siguiente", recuerda Peter.

La veterinaria que lo atendió le diagnosticó síndrome vestibular, una alteración del sistema nervioso que se manifiesta por un característico ladeo de la cabeza, y le dio un tratamiento por 21 días que siguió al pie de la letra.

Los días se caracterizaban por horario de medicamentos, suficiente hidratación, alimento, aseo diario, masajes en su cabeza y cuello. De esa manera, a la semana empezó a mejorar y a los 12 días estaba nuevamente bien, jugaba y mordía todo como antes lo hacía, y ya a finales del mismo mes, Palulo corría y se veía muy feliz.

Peter de acuerdo a esta angustiante experiencia, saca en limpio que lo mejor es no quedarse con una sola opinión, seguir la intuición y si definitivamente no te da confianza el veterinario, busca a otro de inmediato. "Involúcrate 100% en la terapia de tu mascota, ya que los conejitos que tienen síndrome vestibular quedan como una persona con parálisis, es decir, impedidos en su movilidad y coordinación", explica.

Agrega que, si él no hubiera seguido su instinto, se habría quedado con el primer diagnóstico y esto significaba la muerte del pequeño Palulo. "Gracias a Dios no fue así, pero lo lamentable es que muchas mascotas son sacrificadas por un diagnóstico errado", reflexiona Peter.

Actualmente Palulo está haciendo su vida normal, como antes, y mejoró muy bien, gracias a que recibió un tratamiento adecuado y se le entregó en el tiempo indicado. Su única secuela es una oreja más caída que antes de pasar por todo esto, ¡pero eso no le impide ser feliz!

*Mientras escribíamos esta historia, Palulo dejó esta vida para irse al cielo de los conejitos. Fue una muerte repentina e inexplicable para su papinejo, quien hizo todo por ayudarlo. Lamentamos muchísimo su partida y esperamos que su corto paso por la Tierra haya servido de enseñanza para que, quienes aman a los animales y quieren lo mejor para ellos, no se den por vencidos frente a las adversidades y los saquen adelante con amor, paciencia y voluntad.


Descansa en paz, pequeño Palulo.

Descanse en paz, pequeño Palulo.
Descanse en paz, pequeño Palulo.